La experiencia de un padre

 

El nacimiento de un hijo, y más si es el primero, es un acontecimiento en la vida que supone un antes y un después en la misma. Poco parecido hay en la vida anterior y en la posterior a este momento. Durante el embarazo vamos poco a poco preparándonos e intuyendo lo que puede venir después. Imaginamos una vida como padres placentera, disfrutando de nuestros hijos, sanos, comilones, y que nos harán disfrutar por completo.

Así, más o menos, era nuestro planteamiento antes de que Pablo naciera. Y el parto, supuso, efectivamente, un antes y un después. Lo supe nada más verlo nacer, en el paritorio. Pero la alegría se tornó en preocupación cuando vi su carita en esos primeros segundos de su vida. No sabíamos nada, no se detectó. Su boca rota se llevó por delante todos esos momentos de ilusión soñados y empañó ese que tendría que haber sido “el día más feliz de mi vida”.

Qué alejado estaba en ese momento de las alegrías que Pablo nos da cada día.

Los primeros días fueron duros. Se realizaron las protocolarias pruebas para comprobar que la afectación no tenía más componente y pronto nos fuimos de alta. Fueron duros porque cuesta aceptar la situación, por pensar en todo lo que podría venir, por no saber muy bien como alimentarlo, y porque teníamos que decidir dónde se operaba. En este hospital lo hacen muy bien, en aquel mejor, medicina privada, pública. Finalmente optamos por el sentido común y nos decidimos a que fuese seguido en el Hospital Virgen de las Nieves en Granada. Sin saberlo aún, elegimos la mejor carta.

Recuerdo en esos días mi llamada a AFILAPA. Necesitábamos que alguien entendiese de primera mano nuestro problema, nuestras dudas, miedos,…y recuerdo que la persona con la que hablé me dijo: “mi hijo tiene hoy 12 años y está más preocupado por las gafas que tiene que elegir que por su labio”. En ese momento, en el que mi mundo era la intervención de mi hijo, su resultado, su seguimiento….estas palabras fueron como un bálsamo. Hoy las entiendo a la perfección y mi hijo, que hoy tiene 12, tiene las mismas inquietudes y preocupaciones que sus amigos, pocas generalmente, acordándose de su fisura cuando le toca revisión únicamente

Las intervenciones fueron sucediéndose, con sus miedos, dudas y alegrías siempre después. Hoy seguimos en camino, unas veces más duro y otras más llevadero. Días de incertidumbre se alternan con períodos de bonanza. Pero todo va pasando y llegando a buen puerto. Al final te quedas con lo que la enfermedad te va enseñando y lo tus hijos te muestran cada día: normalidad, serenidad, alegría, …al final, son muchas las lecciones que ellos nos dan. Los adultos pienso que tendríamos que aprender cada día de los niños y de su rica manera de ver la vida.

Desde aquí animaros a los que iniciáis este camino y tenéis las mismas dudas, miedos, preocupaciones que tuvimos los que ya hemos recorrido ese sendero. Un niño fisurado es tan precioso como los demás, tan inteligente, tan fuerte o más que el resto. La sonrisa de su boca rota nos engancha para toda la vida.

Y, no lo olvidéis.  Al final, a nuestros hijos les acaban preocupando los modelos de gafas

 

Carlos Alberto Cabrera Rodríguez